A expensas de los muchos oráculos
que me enseñaron como conseguirlo,
nunca logré aprender a cambiar mi destino.
Y de rutina, como era de presumir,
un policía con excesivo desodorante
comprueba en plena calle el déjà vu:
que para andar discrepando tenga
los papeles en regla. Ni la magia del tarot,
ni la existencia de Dios, ni el misterio dominante.
El albedrío está escrito en códigos de barras,
añagazas que cultivan eslabones imperdibles,
en el humus cultural, de agujeros y vacíos.
Saguzarra
2 comentarios:
inspirado andabas este fin de semana :)
Por grandes cárceles transitamos...
Pero que no nos priven de estos placeres... un gusto leer tus versos, compañero.
Un abrazo...
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