En homenaje a Gabriel Celaya.
Ahora, en moderada exaltación, en espera ilusionada ante un futuro indefectible
veteado con fino cincel de experto cirujano de la piedra,
con la insistencia ciega de los átomos del reloj de arena que los adagios luminosos
expelen a impulsos de vibrante pálpito,
ahora que mi ser se expande, mi pecho se funde con el cosmos en un clarividente
gozo de respuestas
y soy, en mi lúcida capacidad de afirmarme, puro amor resoluto superándome a mí
mismo, ahora
escribo poesía, yo que he padecido, que he sentido el sufrimiento en mi propio
llanto,
yo que me he angustiado con la sien enfebrecida y la apócope de un hálito,que he perdido el norte tantas veces por versos desorientados, odiosos y fanáticos
que ahora expulso con todo lujo en mis detalles,
ufano tal vez, demasiado humano, y ya sin duda sobrio y urbano, escribo poesíacon la sabia detención a mis leves tientos,
con la valoración constante de los tiempos de mi ritmo, con el trabajo minucioso
racionalmente encarado,
hasta lograr el toque etéreo que nos aborde y deleite con sus frutos casi sagrados,
dulces y conspicuos,
ingenios hechos de palabra que apartados nos aguardan madurando entre
recuerdos para imaginarlos redivivos, escribo
poesía para el pueblo, poesía en carne viva a los ojos militantes que brillan en el
dolor y en el alivio de la risa,
poesía vigorosa democráticamente repartida en versos como el pan en rebanadas,como los minutos que exigimos al tiempo para vivir a cada instante en la gloria
triunfante de nuestro sino compartido,
de lo humano que se hace eterno en su valor, por así decirlo, para el puebloporque somos quienes somos a pesar de los pesares
y no puede ser venial siquiera el pecado del adorno y el garbo,
el recitado de versos que como abalorios surgiendo de la nada se distinguen en
nuestro corazón suscitando el apetito de identidades esenciales
y subliman esa pasión llegando al arte por el arte,bendita poesía de néctares embriagantes en cálices estivales
y aldabas palpitantes, manantial de agua viva y astros fulgurantes,
humedal en plena carne de trémula y cálida sangre,
con el delicado vergel de sus ecos resonantes en la piel,
llegan a mí las palabras, tengo abiertas todas las fuentes,
radiestesia de mis venas que se concita por el aire susurrando entre mis dedos
y traza de hito en hito escrito sobre la mesa, adusto golpe en el cuerpo,
un círculo concéntrico de alfabetos personales,
y en ciernes los rojos charcos, la plétora de cambalaches,
los recursos incandescentes del ideal impresionante de unos versos implacables
que oscilando desde mis labios ricen auras a los pronombres,
presiento desde las gradas arpegios de runas vanas y alboradas
macilentas, pronuncio con voz concisa lagares de uva tinta
como pronóstico adverso y con el tiempo vapores de alcohol etílico
abriendo abismos espeluznantes penetrarán en nuestros sueños como un cáncer,
subrayo mi condición de agrimensor de metástasis,
aclaro que lo disperso lo percibo como un juego desbocado,
cabalgo en mi creencia ungido de galernas, roturo la irracionalidad de fondo de la
existencia
como gasa deshilada que precisa interpretarse por la charla geomántica de un
adivino o un sabio,
parezco un prócer disoluto de gorjeo conturbado, me estoy equivocando, he de
comenzar de nuevo,
la escritura es un regalo, pero menos importante que el bruñir de significados
que al roce de nuestras lenguas más que entender comprenden, más que hablar se
besan,
y aquí me encuentro solitario con un hierro entre las manos apuntando, siempre
apuntando,
metáforas beligerantes cual ministro de economía, ay, la poesía, ¡qué empalago!,sí, la poesía es un arma, pero un arma cargada de presente, de un presente cargado
de palabras,
de palabras tales que al escupirlas nos afilan los dientes, ávidos de deseo, pues en la
lucha contra Thanatos sólo hay vida para Eros,
si el pasado es imposible son necesarios los sueños, cometer un poecidio no es hozar
abracadabras,
los nombres que dan vida son arrecifes que dejan marcas de sentido más allá de
introspecciones varadas en nuestras islas
con sus faros que se encienden y se apagan.
Saguzarra
2 comentarios:
Menuda lección la tuya.
Genial.
Gracias.
este poema es impresionante.
oh laudable poeta
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