Saboreo la ponzoña en que estoy...,
cuajada purulenta del demonio.
(Luis A. Pueyo)
Consiento en adquirir el cruel conocimiento
de que todo sentimiento pierda su principio
al cesar su actividad, y con su principio su causa,
como un transcurso fantasmal al que no le falta
ni el arrastre de cadenas: ese, tuerca a tuerca, harto tic-tac.
Pero no permito tolerar ungüentos ni retazos de acontecimientos
remembrados con escritura falaz y remiendos espurios y afectados,
palabras enlatadas de un empeño adulterado que se presenta
enaltecido por su envase y una lista de ingredientes
que es del todo inexorable: conservantes, espesantes,
epítetos emulgentes y metáforas propelentes,
sinónimos dispersantes, estabilizantes y nomeolvides,
excipientes y colorantes, edulcorantes, antioxidantes...
Prolija barahúnda de aditivos con que untar la realidad,
ni verdad ni fantasía, o como dicen los antiguos: porquerías.
Saguzarra
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