Y seguimos tocándonos la piel herida con estas manos desnudas

Nos desazona el repulsivo
narcisismo de los autores
arrodillados ante su escritura

Intentemos otro lugar:
recibimos palabras como piedras regaladas

las entregamos como un canto rodado
pasa de una mano a otra

las olvidamos como quien arroja guijarros al lago

Jorge Riechmann

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