He visto a una mujer adolescente que se desnuda frente al papel: recoge un gato suave que las palabras estaban merodeando, cerca de un poeta ya anticuado, olvidado por casi todo el mundo, que es así liberado de su bíblico encierro. Acaricia su felino lomo gris con el bolígrafo y luego las recita contra la pared, pausadamente, mientras que, rugosa, de la calle, se desprende la noche sobre ella.
He visto salir la ciudad detrás de su mirada y a sus padres por muchos callejones todos iguales, ratas y errores. Se acuestan cansados de las basuras diurnas de su hacer y la dura jornada laboral es fuente de tristezas: la madre, cualquiera, es dependienta y esos animales de la tienda de lencería están hambrientos de puta; el padre, cualquiera, es un malhumorado taxista que se caga en dios con rabia pero nunca baja la bandera del católico esfuerzo criminal.
He visto su espectro: la sombra de la ciudad con enigmas sangrientos salpicada. Me he puesto a andar hacia ningún lugar donde nadie me espera pero me tropiezo enseguida con el sonido de mis pasos que me persigue hasta alcanzarme, caracolea por mis tobillos y no me deja en guerra conmigo distinto. No tengo navaja con que pelar la noche fructífera ni sed de paz para morder el sueño dulce. Sólo vivo y por eso lo digo: elogio cualquier calorcillo capaz de consolarnos, pero mientras desespero, de una patada rompo mi corazón. Sentido.
Saguzarra
(Poema en prosa publicado en la revista Kastelló, nº 69, diciembre de 1998.)
1 comentario:
católico esfuerzo criminal
una maravilla de poema
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