BERNARDA: «...¡Silencio! ¡A callar he dicho! ¡Las lágrimas cuando estés sola!
Nos hundiremos todas en un mar de luto...»
Nos hundiremos todas en un mar de luto...»
(Federico García Lorca)
Escaparse por el sueño,
huir hacia los hilos desbaratados
─la telaraña desnuda de ataduras─
atravesando la almohada. Pero.
Se convulsiona el cuerpo ─todo,
conmoción taladrante─ para
propiciar una gota náufraga, sola
al borde del párpado: lágrima
impotente en un ring de sábanas.
Empaparse hacia dentro;
porque el interior debe ser húmedo
─¿adónde han ido a parar, si no, las lágrimas?─,
creo que como una gruta kárstica
en cuya exploración espeleológica se podrán observar,
apelmazadas por la gravitación del tiempo,
las estalactitas y estalagmitas
gota líquida a gota endurecida
en rígidas columnas de memoria,
erigidas por una suerte de química oscura y amarga,
de tantas puertas, ventanas, espacios
a canto y cal reducidos,
de tantos miedos flotando titilantes como partículas
a contraluz del aire entre destellos irisados,
y el juego reversible del sosiego/desespero
en la cama, depositado cual polvillo fino
en la superficie de la mesita de noche
en el intervalo breve y eterno
en que un libro deja su mensaje,
en huella de fantasma,
de un recuerdo tangible y generoso
que se congela como un santo.
Huir en autohipnosis, con sangre fría,
en la navegación meningorrágica del azar ex machina,
a través de sus vectores, armonizando hallazgos.
Sentir que los lamentos no tardan en abrir el aire acre.
Empaparse del adentro en diapasón: desprogramado (uno)
─pero ni ciego ni mutilado, en duermevela insomne,
sin anestesia sonámbula─ y (dos) automático,
en cortocircuito blando, sináptico. Movimiento
nictálope de la mente que deja
atrás ─rasguños en la espalda─
sin remedio ─orejas descarnadas─
un ritmo ajeno, extraño:
el foco huracanado
de las luces cegadoras
de la violencia telúrica
de las conveniencias
de esa realidad
que dirán ser.
Saguzarra
1 comentario:
arañazos en la espalda, oh si
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