Pipi, la bella durmiente

Sospeché que fue una mala idea
sentir su singularidad radical
aunque esperé que despertara.
Pero el hada no despertó.

Todo va mal, pajarito,
cuando un hada muere.
La inercia de los minutos
en la arena de mis ojos,
el silencio que se enturbia
y encubre su raigambre
al troc troc de motores,
martillos neumáticos,
refugios de monstruos,
un aparato cultural
que me consume
con su rutina rancia.

Cuando las hadas mueren
somos expulsados del bosque.
Qué difícil es dejarlo atrás
cruzando el lago a la deriva,
o responder a la pregunta
¿humano, hada o anfibio?
para pagar al barquero,
sabiendo de antemano
que solamente sobrevive
quien consigue reinstalarse
en las cómodas cacofonías
del transporte urbano.

Saguzarra

2 comentarios:

Adriana dijo...

no están muertas, están oprimidas! JAJAJAJAJA

Saguzarra dijo...

Tomo nota. Me encanta la lectura que hiciste. Gracias.