Me duele la cabeza horrores. Piedra dura es el cráneo cerrado es el horno abrasador donde le doy fuego a mis sesos y me alimento de mis humos. «Paz, amor y libertad son palabras nada más»; «o todos a la vez, o todos o ninguno». Escucho un poco de música, trazo un garabato, arrugo el papel. Casi no puedo con el bolígrafo, como para pensar claro... Tengo la mente en negro y ganas de escupir mi bilis. ¡Qué hostias!
Me duele el alma horrores. El pequeño músculo de mi pecho pugna por estremecer una gotita en el lagrimal; pero es débil, perdedor. Babeo algo de odio, lo justo para formar parte del maremágnum perverso. Como nunca he querido hacer daño a nadie, al final acabo haciéndomelo yo solo. Aunque solo; pero daño. Para evitarlo me subo a mi burro y de él ya no me bajo. ¡Qué hostias!
Me duele el culo horrores. Huesudo, inquieto, nunca se asienta bien en una idea que se mueve. Para no estar por encima de nadie, me bajo de mi burro. En agradeci-miento a la oferta mal interpretada, le cortan el pescuezo y se lo comen con patatas, pezuñas y todo. ¿Qué hostias...?
A mi burro, a mi burro le duele la cabeza. El médico le ha dado jarabe de palo. Hostias.
¡Y si tiro es porque me toca! (Rompo la baraja.)
Saguzarra
(Poema en prosa publicado en Gaztegin, suplemento del diario Egin, 25 de febrero de 1994.)
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