Un pensamiento frío es una flor que se marchita

Nuestros pensamientos más importantes son los que contradicen nuestros sentimientos. (Paul Válery)

Cuando la soledad abrume
en la estepera y la nieve
de las landas blanquee
(habrá hielo en los cristales
del caserío, apenas mantas)
sobre pájaros sin alas, rotos;
también, entonces,
la poesía, es
culpable.

El ángulo atribulado, cuyo declive escora la balanza de silencios y recuerdos,
inclina su haz entre respetar la voluntad ajena y defraudar la propia,
ciñendo el absurdo apócrifo envés en un eco frío de difusas certidumbres:
quiénes somos, qué queremos, cuáles son nuestros temores...
Y los platillos bajan y suben, inestables, en frágil temblor de hojarasca.

¿Quién, entre tú y yo de este nosotros simulado,
entiende la tristeza de las contradicciones nuestras?
(con una cerveza en la mano,
manteniendo las distancias
aun compartiendo cigarrillos).

¿Cómo resolver sus augurios
de forma satisfactoria?
(después de una despedida
en la estación, andando solitario
por el otrora muelle del astillero).

¿Qué pone en el prospecto de la confianza
acerca de sus efectos secundarios?
(«suministrar el placebo de la amabilidad
a dosis superficiales para el consuelo
sin que se manifieste la dependencia»).

¿Tenía razón Pasolini al desgajar el amor de la sutil
adherencia de los afectos y su carga descompensada?
(«en el afecto... la fusión sucede a tal profundidad
que no es posible dar explicaciones, hallar los motivos
para felicitarse, cualquiera que ésta sea, de la propia suerte»).

¿Hasta cuándo seremos prisioneros
de la sintaxis distorsionada de nuestros miedos?
En cada recorrido, un designio inveterado;
en cada prueba, un amuleto herrumboso;
vestigios y más vestigios por todavía, del mañana.

Sería más sencillo
si las sonrisas tuvieran el poder de la primavera
sobre las gramíneas (ingenuas ellas, no conocen el hocino);
si obtuviéramos las respuestas adecuadas,
sobre todo, en esos momentos tan difíciles
(nadie hace las preguntas necesarias);
si sucediera en todos los silencios
como cuando nos reconocemos en la persona
que nos ama (los deseos se sacian en el propio tránsito);
sería más simple, entonces,
ejercer de adivino sin temor
a equivocarse ni a que la bola de cristal
(la bola de nuestros pensamientos)
nos devuelva las trampas del tarot
sin haber escrito aún nuestro destino
(siempre hay cartas de las que arrepentirse).

¿Acaso no sería más preciso, más diáfano,
si Bécquer hubiera sido tan honesto, pongo por caso,
(pero tampoco Bukowski fue un dechado,
sólo un pozo, otro ombligo pos-bonobo)
con sus erecciones como con sus pretensiones?
Sería más agradable pensar en ello,
incluso divertido, si las noches de insomnio
no estuvieran prefabricadas (cráneos privilegiados
amueblados con piezas que no encajan de un puzzle made in Absurdo)
para las personas atacadas de sensibilidad;
si las historias que entrelazamos,
cotidianas o literarias, fueran realmente
esos granitos de arena en nuestro reloj desarmado
(siempre es preferible andar por la playa
con los pies descalzos que
sobre las aristas de las rocas con la herida abierta).

Y, no obstante,
la industria sentimental no se sostendría
ni gracias al proselitismo cultural del top manta.

Saguzarra

1 comentario:

Adriana dijo...

me encanta cómo diseccionas la sintaxis, como si se trase de un insecto, de un animal por disecar, por comprender.

y ademas esa frase maravillosa

tambien entonces, la poesía es culpable.

la poesía es culpable de todo en este mundo.